No puedo prometerte una corriente
normalidad de la que el resto disfruta; ni tampoco esa rutina del día a día,
que logra una supuesta y perfecta estabilidad.
Lo diferente es mi especialidad y, por mucho que intentase ocultarlo, la excentricidad sería igualmente mi única compañera
de viaje en esta vida.
Por ello, no te niego que pueda
parecer distante, resultarte en ciertas ocasiones fría y, te lo aseguro, te
romperás tanto la cabeza intentando descubrir qué me pasa, que llegará un punto en el que o
bien te irrite o bien llegues a una admirable indiferencia.
La imperfección es una de mis
mejores habilidades, los imprevistos no rompen mis esquemas y conmigo cada
mañana se convierte en el comienzo a un día único de una vida completamente
distinta a la que era cuando concluyó la noche anterior.
Pero aún así (y sé que es un verdadero rompecabezas) me aterra el cambio, por ínfima que sea la cosa que logre descuadrarme ese
vaivén de emociones en el que es ya un terreno explorado. Estoy cómoda
en mi propio desequilibrio, no lo puedo ni quiero evitar.
No soy fácil de manejar y, por
supuesto, dispongo de un carácter exasperante. Siendo el orgullo mi mayor defecto, si le preguntas a cualquiera; aunque siendo, para mí, mi más destacada cualidad.
No, no creas que cambiaré por
nadie; mucho menos por ti. Sería desprenderme de ese algo que consiguió
cautivarte. Aunque siento mucho los destrozos que he podido llegar a ocasionar,
es por ello que he decidido que a partir de ahora debo avisar.
Pero, una simple cosa te advierto
para que en un futuro lo tengas en cuenta. Eso, si continúas en el empeño de
que soy rara, una demente y estoy como una puta cabra. Recapacita y graba a fuego estas
palabras:
Solo aquel que ha conocido y vivido junto a la auténtica locura, sabe
reconocerla cuando está escondida tras la mirada de otra persona.
Y es que los lunáticos somos así...
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